Después de una mudanza desde Londres a Yokshire, justo cuando se enfrentaba su próxima paternidad, Rob Cowen se encontró de pronto desubicado, algo perdido al hallarse en un entorno rural, con amplios espacios, lejos de su círculo social habitual. Para comenzar a salir de ese bucle personal, Rob comenzó a visitar un rincón entre los campos que rodeaban el pueblo, desde donde tenía una buena panorámica del sitio. Tras comenzar a ser regular en ese rincón, comienza a observar el paisaje de una manera nueva, se fija no solo en el paisaje en sí, si no además en los animales que puede ver lejos pero también muy cerca en el suelo, los insectos, las plantas, y también la gente, de una menra caleidoscópica. A medida que las estaciones comenzaron a moverse, y su paternidad se aproximaba, el viaje de Cowen en ese pequeño universo personal se hace más profundo. Nos ofrece, entonces, retratos únicos de las personas y el paisaje como una impresión muy personal e inolvidable del lugar que compartimos el hombre con el mundo natural.