Érase una vez una abeja que se llamaba Teresa y que vivía en una diminuta casita al pie de un rosal. La abeja se pasaba el día de flor en flor por todo el jardín y cuando llegaba a su hogar preparaba tarros de miel y caramelos. Pero un día, al regresar a su casita, se lo encontró todo patas arriba y con la mayor parte de los tarros de miel vacíos.