El conjunto de fotografías reunidas en este volumen no solo pretende mostrar el paisaje altoaragonés en toda su belleza, sino incidir en la importancia que tiene como recurso para un territorio y como valor en sí mismo.
Las atalayas son, los lugares más apropiados para contemplar y presentar los paisajes altoaragoneses en toda su amplitud. Paradójicamente, la verdad va a depender de una actitud, de un momento, de una variable geográfica, de un bagaje previo, de una u otra sensibilidad, de un carácter; de un interés, en suma, de aspectos alterables y subjetivos. En el caso de una fotografía, añadiremos su intención estética y una técnica y tecnología concretas. Y sin embargo, solo así parece posible reflejar un espacio vivo.
Tal variedad de matices, de puntos de vista, de acercamientos, de sensaciones exigía una estructura acorde y ésta llegó de la mano de los cuatro elementos míticos de la naturaleza, tan enraizados en nuestra tradición occidental. Recurrimos a ellos para poner de manifiesto los diferentes valores matéricos, formales y lumínicos de los paisajes, y los continuos procesos de cambio que los agitan; también su poética.