Groenlandia, uno de los últimos lugares verdaderamente salvajes, contiene un tesoro de información sobre la historia de la Tierra incrustada en su paisaje prístino. Durante numerosas temporadas, William E. Glassley y dos compañeros geólogos viajaron allí para recolectar muestras y observar formaciones rocosas en busca de evidencias. Para probar una teoría controvertida de que la tectónica de placas, el movimiento de la corteza terrestre sobre su núcleo fundido, es un proceso mucho más antiguo de lo que algunos creían.
Su investigación se convirtió en una expedición por algunos de los pocos lugares del planeta donde el ser humano nunca había puesto un pie; donde los mapas aún conservan esta advertencia: "Zona no cartografiada"; donde habitan criaturas que han evolucionado de un tiempo muy remoto; donde el conocimiento y la poesía susurran que en el origen ambos eran una sola cosa. De este modo, lo que surge como una expedición científica se convierte en un viaje poético a un mundo ancestral, sin límites, que guarda los secretos...