CANCIÓN DE LA TIERRA

Si otros se han centrado en las interacciones del hombre y la naturaleza, Edmaier celebra las grandes extensiones del planeta todavía carentes de huella humana alguna. Por ello las comparaciones surgen de inmediato. Canción de la Tierra es más distante que la obra de Arthus-Bertrand, una distancia tanto emocional como física. No aparecen aquí las manadas de animales salvajes, las construcciones humanas, los labradíos, los tejidos secando al sol, las poblaciones o los nativos en sus tareas, en cuyos rostros podemos intuir incluso una sonrisa. Muy al contrario, la mayoría de las tomas están tomadas a mayor altitud --proporcionándonos visiones que asombraron a los primeros cosmonautas-- y en las que el autor se centra en las formaciones geológicas presentes a lo largo del planeta. Así nos muestra un aspecto totalmente oculto desde nuestra perspectiva habitual, saltando a la vista los procesos que dan forma a deltas, meandros, glaciares, lagos salinos, hielos flotantes, volcanes, cañones, zonas sedimentarias o formaciones dunares. Desde este punto de vista único, surgen en el paisaje colores y formas generados tras millones de años por reacciones químicas, la erosión, el vulcanismo y las fuerzas tectónicas, aspectos totalmente insospechados a ras de suelo. En pocas ocasiones pone pie a tierra, de modo que podamos ver las formas de los cristales de hielo o sales minerales, la textura de las rocas, las circunvoluciones de la lava incandescente o los lodos en ebullición.
Edición en castellano.