Las bases de datos han revolucionado casi todos los aspectos de nuestras vidas. La información de todo tipo se está recopilando en una escala masiva, desde Google a Facebook y mucho más allá. Pero a medida que la cantidad de información en las bases de datos explota, nos vemos obligados a reevaluar nuestras ideas sobre qué es el conocimiento, cómo se produce, a quién pertenece y a quién se le puede acreditar por producirlo.
Todos los científicos que trabajan hoy en día recurren a bases de datos para producir conocimiento científico. Las bases de datos se han vuelto más comunes que los microscopios, voltímetros y tubos de ensayo, y la cantidad cada vez mayor de datos ha provocado cambios importantes en las prácticas de investigación y profundas reflexiones sobre los roles profesionales adecuados de los productores, recolectores, conservadores y analistas de datos.
Los experimentos de recopilación rastrean el desarrollo y el uso de las compilaciones de datos, especialmente en las ciencias de la vida experimental, desde principios del siglo XX hasta el presente. Muestra que la revolución actual se entiende mejor como la unión de dos formas más antiguas de conocer: recopilar y experimentar, el museo y el laboratorio. En última instancia, Bruno J. Strasser sostiene que al servir como repositorios de conocimiento, así como herramientas indispensables para generar nuevos conocimientos, estas bases de datos funcionan como museos digitales para el siglo XXI.