Este libro intenta explicar el uso filosófico que se dio a las plantas en el siglo XVIII. Muchos de los filósofos de la época añadieron a sus obras de motivos vegetales. Las plantas en general se ofrecían como un repositorio de asuntos filosóficos diversos. Su forma, su color, su nombre...Todo interesaba por igual. No había nada en ellas que no se prestase a la reflexión. Y lo que la naturaleza ofrecía, el arte buscaba imitarlo, lo que dio lugar a preciosas discusiones sobre el mejor modo de hacerlo. De todos los rincones del globo se volvía con acopio de plantas; y cuando el lugar era escarpado y áspero, el hombre tenía la sensación de decir adiós al mundo, de dejar atrás su belleza para experimentar el encuentro con un mundo nuevo, formidable, sublime.