Incluso aquellos de nosotros que no podemos tocar un instrumento musical o que carecemos de un sentido del ritmo podemos percibir y disfrutar de la música. La investigación muestra que todos los humanos poseen el rasgo de la musicalidad. Somos una especie musical, pero ¿somos las únicas especies musicales? ¿Es nuestra predisposición musical única, como nuestra habilidad lingüística? En The Evolving Animal Orchestra, Henkjan Honing se embarca en una búsqueda para descubrir si los humanos comparten el rasgo de la musicalidad con otros animales.
Charles Darwin creía que la musicalidad era una capacidad de todos los animales, humanos y no humanos, con una base biológica clara. Tomando esto como su punto de partida, Honing, un investigador de la cognición musical, visita una serie de centros de investigación para observar las formas en que los animales responden a la música. Ha estudiado los relatos de los científicos sobre Snowball, la cacatúa que podía bailar al ritmo de una música, y sobre Ronan, el león marino, que fue entrenado para mover su cabeza a un ritmo. Ahora Honing hace sus propias observaciones.
Honing prueba a un macaco rhesus para la percepción del ritmo a través de un EEG; realiza un experimento de escucha con pinzones de cebra; considera por qué los pájaros cantan, y si pretenden que sus canciones sean musicales; explica por qué muchos animales tienen un tono perfecto; Y observa a los mamíferos marinos responder a los sonidos. Informa sobre los giros y giros imprevistos, las dudas y los descuidos que forman parte de cualquier investigación científica, y que señalan tantas preguntas como respuestas. Pero, como nos muestra, la ciencia se está acercando a la fuente biológica y evolutiva de nuestra musicalidad.