En 1515 llevaron un animal desde la India hasta Lisboa. Se trataba de la primera vez que los europeos podían ver en más de mil años un rinoceronte. Tiempo después, en 1789, otro animal de gran tamaño fue transportado desde Sudamérica a Madrid en 1789, unos huesos fosilizados gigantescos, ordenados en cajas, de una especie desconocida. Cómo respondieron los europeos ante esas misteriosas bestias en tres siglos de diferencia? Un rinoceronte, conocido solo por textos antiguos, y un monstruo sin nombre. Como nos explica Juan Pimentel en su libro, las reacciones reflejan cambios intelectuales profundos en la sociedad. Pero también el permanente poder de la imaginación para modelar nuestra comprension de la realidad.
Conocemos hoy día al rinoceronte como el "Rinoceronte de Durero", después del dibujo que se convirtió en icónico realizado por este artista alemán. Su retrato no era preciso, pues se basó solo en conjeturas, ayudado por un boceto hecho en Lisboa. Pero la influencia de su extraordinario trabajo reflejó la tendencia a huir de las viejas autoridades hacia la diseminación de las nuevas ideas e imágenes en formato impreso en papel.
Cuando el megaterio llegó a España, la ciencia se había transformado completamente. Cuando los dibujos que se publicaron de esos enormes huesos llegaron a París, el gran zoólogo Georges Cuvier dedujo correctamente que esa osamenta debía pertenecer a un perezoso gigante ya extinguido.
Se trató de un momento pivotal de descubrimiento del mundo prehistórico.